Caliza - Mar de Cristal (2018)



Llegamos tarde al primer álbum de la española Caliza, Medianoche/Mediodía (2015). Más de un año habría pasado ya cuando le conocimos y caímos rendidos ante su bella conciliación de melodías y letras, Madrid se convirtió en una de nuestras canciones favoritas, y agradecimos entonces que la música supiera ser eterna.

Hoy asistimos puntuales al estreno de un nuevo disco, y en esta reseña saldamos la deuda con una buena artista y los himnos que nos sigue regalando. Mar de cristal (2018) es una sofisticada continuación a la ya sintética propuesta que conocíamos.
Una electrónica cruda y una capacidad lírica que podríamos asociar a Molly Nilsson, y en momentos a varios artistas del sello Astrohúngaro (Hidrogenesse, Espanto o Chico y chica), con una diferencia notable: la dulzura que se diluye en cada canción. 

Hay en Mar de cristal un alto contraste entre ingenuidad y existencialismo. Sus letras brillantes y de fácil identificación, nadan en una orquesta de sintetizadores y arreglos a veces duros-metálicos, otras muy suaves-susurrantes, y sobre todo percusiones y vacíos-espacios, dando una atmósfera de suspenso que se mantiene de principio a fin.


Así, tras un instrumental Himno a Italia nos recibe la bella Call of duty con ese llamado a la acción: “Abraza la belleza y dile a todo que sí”, entre la duda nos regala el optimismo y nos sugiere un tímido baile. Oro en cambio se mueve a un paisaje nocturno, “En el día de la brillante estrella te encontré, pero todas las estrellas tienen que palidecer”, brillantes notas del teclado viajan en la oscuridad.
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La Spezia con su coqueto coro en italiano, nos recuerda un viejo himno de El amarillo, la canción Lógica de Prissa, aquel proyecto de Francisca Villela (Panxi) y la infaltable Javiera Mena. Caliza nos regala aquí otra afilada letra, plagada de aforismos: “Me desdigo de lo dicho, de lo dicho tiempo atrás. Lo que llega de repente, suele hacerse de rogar” y una más clara intención de hacernos bailar, más en soledad que una fiesta. Aquí otra perla: “Estamos a dos pasos, a dos pasos y no más. Ni muy cerca, ni muy lejos, la distancia ideal”.

El paso es el momento de mayor reflexión, confirmando aquí la especial mirada al mundo que Elisa Pérez (Caliza) hace y nos comparte, entablando tal cercanía, la bella certeza de sentir que una canción es nuestra, escrita para nosotros aquí y ahora: “¿Lo he intentado lo suficiente o me he rendido al empezar?”.

Volvemos a ascender con la rítmica Mil piedras, que equilibra una dramática letra con una divertida melodía, haciendo menos escandalosa la sentencia: “Y yo, que no tengo ni una herida, me desangro”. Pero es Apaño el clímax de este climático disco, en su guiño tropical y selvático seguimos una melodía que pareciendo reggaetón rebajado nos invita a bailar hasta abajo, la curiosidad de Caliza alcanza un nuevo estadio, como diría su propia letra, ha ido muy lejos en busca de su yo.

En Amistades peligrosas todo vuelve a sacudirse, estamos ahora en una discoteca noventera, intercambiando miradas con extraños y esperando el milagro del amor o algo que se le parezca. A esta intensa canción le sigue Crispy, que en su tensión y un toque hip hop sirve de recta final a este precioso disco que confirma una verdad: el diablo está en los detalles. Río arriba es nuestra despedida, otra melodía aterciopelada que forma un círculo con el inicio del disco, invitados estamos entonces a repetirlo y descubrir en él nuevas sutilezas.



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