¿Cómo fue que surgió la idea de llevar esta obra al Teatro?
La idea viene del joven actor Hugo Feutray, también autor de la obra. Para escribir lo que es su opera prima, se inspiró del libro de un gran filósofo y sociólogo francés Didier Eribon que tuvo mucho éxito en el ámbito literario en el 2015. Ese libro es a la vez una autobiografía mezclada con una reflexión sociológica. Después de conocer a Didier Eribon en la primera edición de la noche de la filosofía en 2015 y con el acuerdo del intelectual, decidió montar la obra. Me invitó a participar del proyecto para llevarlo a cabo. A principio del año cuando se supo que estábamos preparando esa obra, nos invitaron a presentarla en la segunda edición de la noche de la filosofía el 25 de junio del 2016 como continuidad a a edición del año anterior. La recepción del público fue increíble y se volvió obvio que teníamos que llevarla a una sala de teatro para compartirla con más gente.
¿Llevó mucho tiempo el armado de la obra? Y cómo fue la selección de los actores que la representan?
El armado de la obra llevó 4 meses repartidos en dos etapas. Los dos primeros meses anteriores al evento del CCK fueron dedicados a armar la obra lo más prolijamente posible para poder presentar un producto final digno. Después de este estreno muy especial, tuvimos dos meses más para desplegar un trabajo de investigación actoral y de puesta más profundo. La selección de los maravillosos actores que conforman el elenco se hizo integralmente por casting y tuvimos la suerte de encontrar no solamente gente talentosa pero un grupo humano fabuloso. Gracias a la total dedicación de ellos, la obra creció enormemente y ya estamos pensando en compartir otros proyectos juntos en un futuro próximo.
¿Qué cosa o que sensación has sentido cuando terminó la primera función?
No tuve la suerte de poder asistir a la primera función que hicimos en el CCK porque justo estaba en otro teatro actuando en una obra de mi autoría. Fue la primera vez de mi vida que no pude asistir como director al estreno de una obra que dirijo. Fue muy frustrante no poder compartir ese momento con todo el equipo. Sin embargo, pude ver la segunda función que se hacía la misma noche y cuando llegué y que vi las caras de felicidad del equipo técnico y del elenco, me sentí extremadamente orgulloso. La rompieron como se dice y la recepción del público fue alucinante, 200 personas aplaudiendo de pie.
Básicamente y sin contarnos el final de la historia ¿Qué nos cuenta la obra?
La obra abarca temáticas sociales y de géneros a través de la historia del regreso de un intelectual, Julián Espinosa, quien vuelve a su casa de la infancia a ver a su madre al día siguiente al funeral de su padre después de haber desaparecido 20 años. A los 18 años huyó de su familia y a la vez de su medio social de clase baja para ir a la gran ciudad a estudiar hasta convertirse en un intelectual reconocido de elite. Lo que no sabe Julián al volver, es que su madre organizó en encuentro sorpresa entre con el resto de sus hermanos que nunca había vuelto a ver en todos estos años. Ese reencuentro desencadena unas cuantas situaciones para saldar cuentas y nos hace reflexionar a la vez sobre lo que implica ser homosexual en la sociedad según el medio en el cual uno se desenvuelve como también sobre la problemática de la reproducción social asociada a la educación y al medio de origen.
¿Cuál fue el mayor desafío, al momento de empezar a armar las distintas partes de la obra?
El mayor desafío siempre es lograr que los actores entiendan la psicología de los personajes que van a interpretar, sus viviendas, historias, sus intenciones, metas y que los asumen. Para mí, la actuación es un arte que requiere tanta técnica como cualquier otro arte. Es mucho más trabajo y sudor que talento e inspiración a pesar de la leyenda. En “La gente como yo” el grupo de actores está en una dinámica de crecimiento constante. Fueron muy abiertos en seguir mis propuestas, confiaron, en resumen se entregaron totalmente. Todo ese conjunto nos permitió avanzar de forma sostenida y regular.
¿Contános un poco como fue ese paso de la actuación a la dirección?
En realidad fue muy natural. Aunque parezca surrealista, empecé a escribir obras de teatro a los 6 años. A los 8 años pedí como regalo de cumpleaños mi primera máquina de escribir y me puse como loco a crear mini obras que montaba con mi hermana menor y mi primo pero ya con un nivel de exigencia bastante alto para mi edad. Una cosa llevando a la otra, a los 13 años empecé a estudiar actuación. De ahí, mi natural para la escritura me llevó a seguir creando obras con mis compañeros del conservatorio con el apoyo de mi profesora quien detectó en mí un cierto potencial. Me incentivó para que tomara a cargo la dirección de mis propias creaciones y así fue como de repente me encontré a superponer las tres actividades.
Me imagino que después de estos años arriba de un escenario debe haber un tipo de obras teatrales que te gustan más que otras… ¿Cuáles son tus preferidas para actuar y cuales para dirigir?
Dediqué los primeros años de mi carrera casi exclusivamente con comedias. Me imagino que a los 15 años, mi inocencia y mi juventud me permitían abordar ese género con mucha frescura y desenvoltura. Pero confieso que al día de hoy, lo que más me seduce, es el drama tanto como actor que como director. No obstante, trato de no encerrarme en un género y de quedarme abierto a proyectos que me hacen vibrar por sus contenidos ricos. Lo ideal para mí es el drama teñido de humor o la comedia teñida de dramatismo. Porque al fin y al cabo, en la vida es así, nunca completamente blanca o negra.